Gen 21

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El apotecario raras veces salía en los últimos tiempos de sus oscuros habitáculos. Todo su tiempo lo pasaba centrado en sus investigaciones y experimentos dentro de las profundidades de su nave Saqueador Impuro. La investigación y los progresos en sus extraños experimentos eran su único objetivo.

Así que si algo había hecho salir al Señor de los clones de su monotonía debía de ser muy importante. Su crucero había salido de la órbita en la que se encontraba en un sector perdido del Ojo del Terror para dirigirse a un punto concreto donde iban a encontrarse con un antiguo conocido.

Sobre la superficie de Barbarus, planeta donde una vez fue encontrado por su padre, Mortarion esperaba sentado en un trono de metal retorcido y decorado con cientos de huesos y calaveras de multitud de razas xenos y también humanas. Sobre su trono, docenas de lanzas repletas de cabezas aun frescas decoraban aquel punto de reunión. Mortarion portaba toda su armadura, antes esplendida y ahora decorada con obscenidades y carne pútrida y cuyo color contenía todos los tonos del verde. Su casco mostraba el efecto de largas campañas de guerra con pequeños golpes y desperfectos en casi todos los lugares.

A su lado, la guardia de honor de la Guardia de la Muerte estaban colocados en forma marcial pero también emitían claros signos de intensas batallas y de su conocida transformación que había convertido al capítulo en algo despreciale y horrible hacia el resto de hermanos y capítulos. Ellos, pensaba Mortarion, no conocían el verdadero poder.

La lanzadera del apotecario aterrizo a la hora pactada a escasos  cien metros de la comitiva. Tras unos segundos de descompresión y ajustes de la nave, el portón trasero de la Thunderhawk  comenzó a abrirse. De ella, poco a poco, descendieron seis figuras.

Las cinco primeras eran abominaciones con mutaciones por todos lados del cuerpo. Aquellas criaturas hacia mucho que dejaron de ser marines espaciales y solo algunos detalles todavía visibles los identificaban como tales. El resto era espeluznante incluso para los ojos de Mortarion. Sabía que su amigo había hecho todo aquello con sus avances genéticos y era por eso que seguía interesado en sus servicios.

“Saludos querido amigo” comenzó Mortarion viendo adelantarse al apotecario hacia él.

“Saludos Mortarion. Un placer volvernos a encontrarnos” respondió rápidamente acercándose hacia él para estrecharse el brazo como se hacía antiguamente, en una época que ya había sido olvidada por la mayoría.

A Mortarion le resulto gracioso volver a recordar aquel saludo imperial tan olvidado en su legión desde hacía mucho. Saludos olvidados y que ya no significaban nada para él.

“Veo que tu legión sigue mejorando su aspecto” prosiguió el señor de los clones mientras fijaba su mirada en las tropas de la Guardia de honor de Mortarion que lo rodeaban.

El primarca sonrió sabiendo que aquello era dicho con lascivia y con cierta sutileza. Pero él sabía que cada vez sus guerreros eran más poderosos, más insensibles a todo dolor y a todo daño gracias a las mutaciones que recibían. El mismo se había convertido en mucho más poderoso desde que se unió a la adoración de los dioses oscuros y sabia que ninguno de sus hermanos leales podrían vencerlo en combate.

“Tu mensaje parecía interesante. Por eso he dejado mis estudios actuales y he decidido venir a esta reunión. Estoy muy interesado en hacerme con lo que has encontrado si es cierto que ese objeto es lo que dices.” Dijo el antiguo apotecario de los Hijos del Emperador. Todavía llevaba la servoarmadura de su antiguo capitulo o mejor dicho, parte de ella. Pero ni el casco, abandonado hace cientos de años y algunas piezas de la antigua armadura eran las mismas. Habían sido reemplazadas por otros trozos de otras armaduras saqueadas o incluso ahora lo recubrían extrañas piezas desconocidas y creadas por él mismo. Fabius hacía mucho que había abandonado todo culto o legión y ahora era un agente libre. Él mismo era dueño y señor de su futuro. No rendía pleitesía a nadie ni a nada. Todo era investigación.

“¿Dónde lo encontraste y como fue? Demando con voz segura Fabius a Mortarion.

“En Coralax. Fue la última gran adquisición que hicimos en nombre de nuestro señor y amo Mortarion el inmortal” rugió uno de los guerreros que estaba junto al primarca.

Su nombre era Typhus y era el lugarteniente de Mortarion. Un guerrero sádico y atroz que se había ganado el odio y el respeto en batalla por sus cruentas campañas. Su nombre iba siempre unido a las peores formas de guerra y muerte.

“Saludos Typhus.” Saludo haciendo una mínima inclinación con la cabeza Fabius. Más que por respeto, que no había ninguno, quizás fue por divertimiento suyo propio. Fue instintivo.

“Esta reliquia estaba oculta y custodiada en una de las salas más ocultas de la fortaleza imperial del planeta. Pasaron meses hasta que uno de nuestros guerreros lo encontró por casualidad.” Recontó Thypus mirando a su primarca como pidiéndole permiso para continuar con la historia.

“¿Y es autentica? Pregunto con interés el apotecario acercándose un poco al trono de Mortarion y mirándolo con sus grandes ojos.

“Si, lo es, y ello significa que todo es un gran mentira. Más de lo que hemos conocido hasta ahora. Sabíamos que el falso emperador, mi querido padre, nos mintió, pero esto que hemos descubierto significa que todo, todo lo conocido hasta ahora puede ser mentira.” Hablo esta vez Mortarion con voz profunda e imponiendo un cierto grado de rabia en su voz.

“¿Puedo verlo?” Pregunto con cierta ansia escondida lo mejor que pudo el apotecario. Pero aquella ansia por obtener el objeto no pasaba desapercibida para un ser como un primarca y Mortarion sonrió al intuir aquel sentimiento en su interlocutor.

“Claro hermano, pero antes me gustaría cerrar algún trato contigo. Quiero que te unas a mi causa para hacer mi legión aun más poderosa de lo que es.” Mortarion se levanto de su trono y se acerco a Fabius imponiendo su mayor corpulencia y altura.

“¿Qué es lo que tu ejercito corrupto necesita de mi?” Pregunto Fabius desviando la vista del primarca para no sostener la poderosa mirada de aquel dios.

“Tus dones en la alteración por lo que puedo ver han mejorado en estos últimos veinte años que no es hemos visto. Tus progresos son muy interesantes por lo que percato en estos guardaespaldas que llevas. Creo que si mis soldados son tratados y alterados con tus conocimientos dispondría de un ejército imparable. Y conquistaría la galaxia fácilmente.” La sonrisa asomo por el rostro de Mortarion.

“Te ofrezco mis servicios querido Padre de la Guardia de la Muerte. Pero será limitado a solo un cierto número de tus hombres. Escoge una cincuentena de ellos y los convertiré en los guerreros que te abrirán las puertas de Terra y del Universo”. Ofreció Bilis esperando la respuesta de Mortarion.

Mortarion observo a Typhus un leve instante y afirmo con un ligero gesto que basto para hacer comprender a Typhus que el trato estaba cerrado. Thypus se desplazo hacia el trono de Mortarion y junto a él tomo una pequeña caja oscura de un color negro azabache. Typhus se acerco al apotecario y se lo paso.

El tacto fue frio y placentero a la vez. Fabius lo miraba incrédulo pero en seguida algo le dijo que aquello era efectivamente lo que esperaba. Poseía ya dos iguales en su laboratorio, vacios pero eran exactamente iguales a este. En los que tenía en su poder, escritos en Gótico Espectral, una lengua perdida de Terra y lengua materna del Emperador, estaban inscritas las cifras VI y VIII. En ellas había estado la semilla genética primordial de los capítulos de los Guerreros de Hierro y de los Puños Imperiales, la semilla de los primarcas Perturabo y Rogal. En esos recipientes criogénicos, eso era lo que eran, estuvo la primera semilla de los dos primarcas. Y ahora tenía una nueva en sus manos.

¿Qué semilla habría guardado aquella caja? Sería el gen primordial de los Lobos Espaciales, guardaría la semilla genética de Magnus el Rojo o quizás pertenecío al capítulo de los Devoradores de Mundos. La curiosidad le quemaba las entrañas y las manos le sudaban como si estuviera enfermo. Pero quiso guardar la compostura y fue lentamente girando la caja en sus manos hasta llegar a la parte trasera de la caja y poder leer la inscripción.

XXI se podía leer fácilmente con letras de plata. Su cerebro no reaccionaba ante aquel estimulo inesperado que la vista perfeccionada quirúrgicamente por el mismo hacía muchos años.

“Esto no puede ser”, comento débilmente el apotecario.” Esto no puede ser verdad, Mortarion. “

Mortarion se acerco a él y le puso la mano sobre el hombro derecho. “Es tan verdad como tus pensamientos te dicen. Estas ante la caja del vigésimo primer capítulo de la primera fundación. Un capítulo inexistente y olvidado en la verdad imperial. Un padre que no olvida a uno de sus hijos. Esa es la verdad imperial querido Bilis. Hay otro primarca perdido y que nunca ha sido recuperado por su padre.”

Fabius Bilis miraba atentamente al primarca y memorizaba cada palabra que salía de su garganta. Una vez Mortarion termino, Fabius bajo la mirada lentamente hacia aquel pequeño cubo que acababa de cambiar la historia. Pero lo que no sabía en aquel momento el apotecario era lo mucho que cambiaria la historia y la galaxia aquel pequeño. Fabius Bilis será sin saberlo, el  que encontrara a ese primarca perdido y que lo guiara hasta la cúspide del poder y junto a él comenzaría la nueva era oscura.

En Busca del Grial

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EN BUSCA DEL GRIAL.

                El hijo del Duque de Aquitainne, Armand, llevaba ya dos años vagando por el viejo mundo. En su largo errar tras la búsqueda del Grial había realizado hazañas históricas, participando en muchas batallas y combatiendo contra las peores bestias de la oscuridad. En realidad, se había convertido en un portentoso Caballero Andante y se sentía orgulloso de sí mismo y de servir a la Dama del Lago.

bretonia

Le faltaba muy poco para encontrar el Grial, así se lo decían sus visiones. Hacía tres noches se le apareció en sueños una mujer de belleza incomparable, capaza de quebrar con presencia el corazón del hombre más resuelto. Solo podía ser la propia Dama. Le había ordenado que se dirigiera a los páramos de L´anguile, donde una sagrada reliquia se encontraba en peligro, mancillada por la presencia de los depravados No-Muertos. Y eso había hecho; tras cabalgar dos días sin descanso, por fin había llegado.

Durante el camino se había enfrentado ya a los servidores de la oscuridad en forma de lobos y murciélagos gigantes, más no habían sido rivales para su espada. Internándose en un bosque, se vio obligado a desmontar debido a la opresiva maleza que no le dejaba avanzar. De repente, un esqueleto se abalanzo sobre él, solo para ser rápidamente destrozado por su acero. Dos más aparecieron y fueron igualmente despachados. –Sigue adelante- le decía la voz femenina en su cabeza. Avanzo y salió a un claro con una capilla en medio, cuyos detalles se apreciaban sorprendentemente bien para la oscuridad reinante.

De repente, seis puntos brillantes que lo observaban salieron a su encuentro. Sus siluetas deformes no dejaban lugar a dudas, -necrófagos- pensó el caballero. Saltaron sobre él aullando sus escalofriantes gritos, mas Armand, impertérrito, partió al primero por la mitad con un giro mortal de su arma. El siguiente lanzo sus garras al cuello del noble caballero, pero años de combates y movimientos estudiados surtieron su efecto y colocaron su escudo donde segundos antes había estado su cuello. Fue rápidamente decapitado por tal atrevimiento. Echándose a un lado, ensarto el pecho del tercer y último necrófago, que cayó al suelo con su deforme rostro contraído por el dolor.

Bien hecho, Armand, bien hecho – Otra vez la voz de la Dama.

Sin perder un segundo entro en la antigua capilla y quedo paralizado por lo que allí vio. De pie, frente a él, se encontraba la Dama de sus sueños sujetando un Cáliz con ambas manos, que no podía ser otro que el sagrado Grial.

Acércate – susurro la Dama- .

Armand se acerco y se arrodillo. Acto seguido se quito el yelmo y…

Con un movimiento demasiado rápido para ser percibido por el ojo humano, la vampiresa del clan Lahmia decapito a aquel tonto Caballero Andante que estaba arrodillado frente a ella.

–   Que fácil era engañar a estos humanos – pensó.

Algunos más y completare mi caballería tumularia. Y su fría risa inundo la antigua capilla.

Por Husai de León y Salvador.

Reencuentro – Parte 3 – Final del Relato

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M35. Planeta Hagia.
Hangar 522 de la zona del sector industrial GEW-oreus
Tres y treinta tres de la madrugada, hora local.
 

 El combate había finalizado. Tres minutos donde el inmenso guerrero había lanzado golpes al aire e Ibram Gaunt había esquivado cada golpe y asestado pequeños pero dolorosos golpes en zonas vitales del cuerpo. Finalmente una patada en la rodilla derecha había hecho vencer a Gaunt por K.O. técnico.

Después todo fue una locura. Gritos de aquellos que habían perdido una apuesta segura a favor del adversario de Gaunt, empujones por aquellos malos perdedores que querían que le devolvieran el dinero, los pocos que habían apostado a favor de Gaunt intentando recibir la gran suma de dinero que aquel combate les había repostado. Y las fuerzas de seguridad contratadas por la organización tuvieron que intervenir para poner orden en las pequeñas reyertas y discusiones aquí y allá.

Jakobus se movió entre la multitud seguido de su ayudante. Se dirigieron a la zona más cercana al cuadrilátero donde se había producido el combate. Allí se encontró con que Gaunt, lejos de querer fama o algo parecido, había desaparecido hacia la parte de detrás del hangar, destinado a la organización y el servicio. Los bastidores estaban algo más tranquilos que actualmente la gran sala que acababan de abandonar. Solo se cruzaban con algunos hombres de la organización, como camareros, ayudantes técnicos y algún guardia de seguridad.

El inquisidor era observado ahora por aquellos que se cruzaban en su camino, pero no podían sostener la mirada más de dos segundos frente a él. Jakobus Midas utilizaba de nuevo su agresividad psíquica para evitar miradas indiscretas o interrupciones innecesarias en su camino.

En su mente, Midas había conectado con Mkoll, el ayudante de Gaunt. Sabía que estaba acompañando al comisario por los pasillos hacia el exterior del hangar. En su mente también sentía que un vehículo estaba esperándolos. No es que viera claramente las sensaciones pero si podía sentir las ideas y escuchar los pensamientos de Mkoll. Solía hacerlo a menudo, cuando necesitaba conocer información de algún ser o adelantarse a sus movimientos. Lo único que necesitaba era concentrarse en el ser y conocerlo un poco.

Noto como estaba muy cerca de los dos perseguidos y que estaba a punto de llegar a ellos. También sintió que el aire fresco de la noche daba en el rostro del sargento Mkoll. Acababan de salir al exterior.

Un camión de las tropas Firianas se encontraba allí parado a unos cincuenta metros de la puerta trasera del hangar. Las tropas Firianas, unas tropas novatas de infantería, no notarían su ausencia hasta pasada la noche, y para entonces, el camión estaría ya pintado y modificado para el bien de las tropas Tanith, que a partir de ese momento, disfrutarían de un nuevo transporte. Eso era supervivencia, solían decir los soldados tanith. Dos soldados tanith esperaban al lado del vehículo, envueltos en sus capas y en la oscuridad para pasar inadvertidos para el resto de personas. Hiwer y Mitias observaron cómo se acercaban sus superiores y saludaron al comisario. “Señor” dijeron al unisonó.

“Bueno podemos volver a nuestro camastro caballeros, ha sido demasiado fácil, demasiado. Esperaba algo más de este combate.” Termino el sobrio comisario. Sabia que habían más fantasmas durante el combate, entre el publico. Solían acudir a todos sus combates y apostar por él. Eso les aportaba mucho dinero para luego poderlo gastar en alcohol, varas de Lho y otros placeres. Había reconocido a Frees, Larkin, Quentin, Budon, Gol Kolea y Tona Kriid. Nunca sabría como se enteraban sus soldados de aquellos combates. Siempre intentaba llevarlos en secreto, solo dándoselo a conocer a los que le acompañaban cada noche. Pero siempre sus soldados estaban allí. Por casualidad o por otros motivos desconocidos. Hoy no había visto a Rawne, su segundo al mando, un habitual espectador también de sus peleas. Quizás, pensó, no lo había visto entre tanto público.

Hiwer se subió a la cabina del camión para conducir el vehículo. Cuando el resto de tanith se dirigía para subirse también, oyeron el sonido de la puerta del hangar cerrarse. Oan Mkoll fue el primero en encararse hacia el sonido. Dos figuras se acercaban desde la puerta hacia ellos. La luz a su espalda producida por una tenue bombilla de Helio amarillo provocaba sombras en sus rostros. Mkoll no reconocía ningún uniforme de la Guardia imperial en ellos ni otro atisbo para poder identificarlos. El resto de tanith también se giró, incluido Gaunt. Todos observaron cómo se acercaban aquellas dos siluetas. Mitias apunto con su rifle laser a los extraños y dio un par de pasos hacia delante de forma amenazadora.

“Quietos donde estáis”. Ordeno con voz clara el soldado. “Y ningún movimiento extraño u os achicharro ahora mismo” continuo añadiendo un leve movimiento del rifle laser.

Las dos siluetas se detuvieron y permanecieron un tiempo sin hacer ni decir nada. Luego la figura más alta y grande dio unos pasos hacia delante, buscando una luz lateral que había en la callejuela. La luz le ilumino y todos los soldados tanith se quedaron asombrados. El signo de la Inquisición era claramente visible en la pernera izquierda de la armadura que portaba aquella figura. Ahora podían observarlo perfectamente. Y no había ninguna duda. Era un inquisidor del Ordo Xenos, con una armadura bronceada bajo sus vestimentas largas de tela granate que la ocultaban en su mayoría.

Tenía unos 30 años y su pelo oscuro como el azabache era corto y bien cuidado. Sus ojos eran redondos y grandes y su mirada era fría y calculada. Su compañero, también corpulento pero algo más bajo y mucho más viejo, se quedo unos pasos detrás en un segundo plano. El inquisidor se quito la capucha que le ocultaba parte de la cara y dejo ver una pequeña cicatriz en el lado derecho de la cara, a la altura de la barbilla y un tatuaje tribal alrededor del ojo izquierdo de color  azul.

Gaunt miro sorprendido a aquel hombre. No podía ser. Pero recordaba perfectamente aquel tatuaje. Y mirando a los ojos del inquisidor, por un momento reconoció al muchacho que hacía diez años había sido su ayudante de cámara.

“Milo” susurro el sorprendido comisario.

Jacobus Midas sonrió al ver que Gaunt todavía lo recordaba. Era el único hombre al que seguía admirando todavía. Había ejercido de padre cuando abandonaron su planeta natal después de  la fundación del regimiento.  Durante unos años Gaunt le protegió y lo instruyo en las artes militares y estratégicas mientras había ejercido de su fiel y trabajador ayudante. Ahora el era un inquisidor del Ordo Xenos y el tiempo había pasado pero sabía que su amistad con aquel hombre seguía tan fiel como en aquellos tiempos.

“Comisario Gaunt. Que sorpresa verdad. Supongo que la información sobre mi paradero y mis logros se han mantenido fuera de su alcance. Si soy Milo, pero ahora le pido que me llame Jacobus Midas. Es mi nombre rebautizado después de tomar juramento ante la corte inquisitorial.” Razono pausadamente Jacobus mientras se acercaba y estrechaba la mano al comisario.

Mkoll se acerco también, incrédulo y seguía con un rostro que reflejaba total sorpresa. 

“Hey muchacho, eres tú de verdad. Sagrado trono del Emperador. Nuestro muchacho hecho todo un inquisidor. Es increíble. Permíteme, señor, que le dé un abrazo. “pidió el viejo tanith.

Jacobus asintió con un leve movimiento de cabeza. Mkoll le propino un fuerte abrazo y fue como si un hijo hubiera vuelta a casa después de haber estado en una guerra fuera de casa durante años.

Luego, después de unos segundos, se separo de él y sonriendo y con los ojos humedecidos, pregunto:

“¿Y cómo has llegado a ser Inquisidor? ¿Cómo han sido estos diez años lejos del regimiento?”

El inquisidor volvió la vista hacia Gaunt y respondió:

“Os lo contare, pero es una larga historia que requerirá de toda la noche y de unas buenas botellas de sacra robada por los Fantasmas de Gaunt.”

Ergon La Caida – Parte 2

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19M – Día: 245100 Hora: 15:30 Lugar: Magna Biblioteca (Comentario Personal)

Recuerdo totalmente aquellos momentos como si fueran totalmente recientes. Cuando hoy muchas cosas ya les he olvidado o tengo vagos recuerdos llenos de sombras, aquel momento es inolvidable. Por lo que significo para mi vida, pero también por lo que sentí. Y también recuerdo cada una de las palabras del discurso del Gran Guardián de la Palabra:

“Bienvenidos al conocimiento. Bienvenidos a la mayor fuente de sabiduría del Universo. Soy Afrioch, Gran Guardián de la Palabra y dirigente de la Magna Biblioteca de Ergon. Soy el encargado de conservar la historia de Ergon y de la Humanidad entre estos muros. Y vosotros vais a servir a una de las causas más nobles y bellas, queridos hermanos.

A partir de ahora tenéis una importante misión en la vida. Debéis, repito, debéis sacrificar vuestra vida a la conservación de la historia de la Humanidad, sirviendo en vuestros importantes cometidos como si el mismísimo Emperador os lo hubiera ordenado. Yo soy su voluntad aquí, y espero máxima obediencia y sacrificio.

Sed bienvenidos a la Magna Biblioteca y servid al Emperador lo mejor que podáis.”

Sus palabras como veis, estaban llenas de fuerza y fueron concluyentes. Nada ni nadie pudo moverse después de acabado el discurso. Nos costaba incluso respirar.

Luego fue la otra figura, su ayudante, quien desplego un pergamino y con voz solemne nos dio a cada uno de nosotros los cargos:

“Aquí están las funciones de los nuevos escribas aquí presentes por propia voluntad y dispuestos al servicio de la Magna Biblioteca de Ergon.

Sergeiv Poome y Fontas Glew son asignados a traducciones de códices. Mathias Visk se presentara al Dispensador Jefe de la Biblioteca para trabajar a su servicio como Archivista. Ezekiel Delannay es asignado al servicio de Documentación y Recopilador de la Historia de Ergon. Por último, Bathas Lopino trabajara en la sagrada tarea del Control de Ambiente.

Dicho esto, la pequeña figura enrollo el pergamino y se lo cedió a su alto compañero con una leve reverencia. Ambas figuras sin más que decir nos dieron la espalda y regresaron por la misma puerta por la que habían llegado. Como veis, las palabras siguen tan frescas como en aquel momento y todavía me llenan de sensaciones confrontadas.

19M – Día: 245100 Hora: 18:00 Lugar: Hangar HG-45

Situado en el extrarradio sur de la ciudad de Ergon, se encuentra uno de los núcleos industriales de la capital. Aquí multitud de factorías de todo tipo y oleoproductores masivos trabajan a pleno rendimiento las 24 horas del día. Con tres turnos de trabajo, son en sí una pequeña ciudad dentro de la capital. Alrededor de este entramado de producción imperial se encuentran los edificios-habitaculo de los obreros y trabajadores de la zona, conocida como complejo Fredes. Ese nombre es debido a que más de la mitad de las factorías de la zona pertenecen a la familia Fredes, y más concretamente a Wompy Fredes, más conocido como el “gran” Wom. Desde hace varios siglos, su familia había ido acumulando dinero y poder y actualmente era considerada como una de las familias más poderosas e influyentes de todo el sector. Además de estas productivas empresas, poseían otras en diversos planetas del sistema y una pequeña flota particular de cargueros y naves escolta. Era todo un imperio económico. Y casi a las afueras del complejo Fredes, una laberíntica red de almacenes, silos y hangares almacenaban las variadas producciones del complejo.

En uno de esos hangares estaba teniendo lugar un robo.

“Silencio Lorenzo, no hagas tanto ruido” susurro Tisso, el jefe de la pequeña banda de ladrones.

Lorenzo estaba trabajando con la cerradura electrónica de la puerta trasera del hangar marcado como HG-45. Eran las dos y media, hora nocturna y el tránsito de personas y obreros era menor que en otros momentos de la jornada. Aun así, no podían descuidarse ni un momento porque tanto otros obreros como los adeptus arbites podrían pasar por allí en cualquier momento. Tras unos movimientos con sus fusionado de códigos, consiguió que la puerta se abriera. Era un especialista en todo tipo de tecnología imperial. Por ello trabajaba como responsable jefe técnico de mantenimiento para Empresas Fredes desde hacía seis años. Y conocía muy bien toda la tecnología y seguridad del complejo.

A su lado, el pequeño Rom, Veronika y cerrando el grupo, Lorenzo, le siguieron al interior oscuro del hangar una vez abierta la compuerta. Veronika encendió una linterna de fotón de radio amplio y una luz tenue y azulada pero poderosa, alumbro la mayor parte del habitáculo. Lorenzo cerró la puerta y todos observaron la multitud de cajas que había por todo el lugar.

“Recordar, solo buscamos una cosa. El resto no deberíamos tocarlo para no enfadar demasiado a su dueño” susurro a todos Tisso.

Tisso era un nativo del planeta Guiron, a unas cuantas lunas de Ergon. Su piel negra y su cabello largo tintado en gris perla, indiscutibles rangos tribales de su planeta, lo dejaban claro. Poseía un implante cerebral para potenciar su intelecto y una amarilla sonrisa. Su constitución era robusta y unos ojos verdes oscuros le daban un aspecto interesante para las mujeres.

Comenzó a buscar en uno de los rincones del hangar, leyendo las indicaciones de cada caja allí almacenada. El resto se separo y comenzó a hacer lo mismo por todo el edificio.

“No se porque no podemos coger todo lo que podamos y huir rápidamente” dijo el pequeño Rom a Veronika cuando estos se cruzaron en su búsqueda.

“Porque si no tocamos nada más y cogemos solamente lo que se supone que no está aquí, nadie podrá denunciarnos y nadie se enterara del robo. Son mercancías no declaradas y por tanto, Wom no podrá decir nada a las autoridades.” Respondió la bella Veronika.

Pajaro Caido – Parte 3

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Un gesto intuitivo e inexplicable para Geyser le hizo evitar una mortal herida en el abdomen. Esquivo con un movimiento del abdomen y piernas el feroz ataque de su adversario recibiendo solamente un leve corte en el muslo izquierzo. Pero dolia aquella herida superficial. Intento salir en dirección opuesta del atacante para protejerse entre la vegetación. El otro ser al que habia herido se cruzo en su camino y le envistio con gran velocidad. El impacto lanzo al soldado imperial por los aires unos tres metros hasta caer al suelo con un duro golpe. En la envestida, perdio el arma laser que salio despedida hacia algun lugar que el observo.

Sin tiempo para sentir dolor, aunque su pecho le recordaba que casi no podia respirar, se levanto para hacer frente al ultimo ataque suponia de su vida. Era un soldado y no moriria sin luchar. Agarro un tronco que habia en el suelo y se dispuso a utilizarlo como arma. Los dos enemigos lo tenian rodeado y se encontraban a dos metros de él, quietos y girando alrededor de su presa.

Geyser seguia sus movimientos acompañandolos con la mirada y no dandole nunca la espalda. Intentaba cubrir los dos angulos. A los pocos segundos uno, el que estaba herido, se lanzo contra el soldado. Este le asesto un golpe con la mayr fuerza que le salio del alma e impacto con la madera en la cabeza de la criatura. La derribo hacia la izquierda. Pero habia dado la espalda al otro atacante. Este aprovecho para lanzarse tambien contra su presa y le clavo una de las garras en el hombro. La enorme garra atraveso el cuerpo de Geyser provocandole un fuerte dolor. Un grito salio desesperadamente de la garganta del piloto, a causa del dolor.

La criatura deslizo la garra y el humano cayo al suelo, de cara al suelo. Notaba como la sangre salia por la herida. Y cuando todo estaba perdido y empezaba a pensar en su muerte y lo que le esperaba, lo vio. Fue un leve fogonazo en el atardecer, una milesima de luz proveniente de unos cuarenta metros a la derecha. Y el sonido caracteristico de un rifle laser. Oyo como a sus espaldas algo se desplomaba y al girarse vio a aquel ser en el suelo con media cabeza destrozada.

Alzo la vista y observo a su compañero que sostenia todavia el rifle laser humeante tras haber realizado un magnifico disparo que le habia salvado la vida. Froxman habia recuperado el conocimiento en el momento perfecto, penso Geyser con una sonrisa en la cara y lagrimas en los ojos.

La herida de Geyser aunque dolorosa habia sido limpia y no habia, al parecer, tocado nada importante excepto la herida en si misma. Usaron el kit medico y vendaron la herida para que dejara de sangrar usando gel de cicatrización y un parche antiseptico estandar para proteger la herida. El frio comenzaba a afectar la zona tratada y eso significaba que el gel estaba empezando a hacer efecto.

Tras un tiempo que utilizaron para realizarse los primeros auxilios, recoger y empaquetar el material del que disponian y prepararse, partieron hacia el suroeste, buscando aquella construcción que creyo ver. Quedarse alli era muy peligroso, pues el tercero de los atacantes habia desaparecido y era posible que fuera a por refuerzos. No queria esperar al menu de la noche.

Abanzaron lentamente por la jungla anaranjada. Ayudados de un cuchillo que iba destinado en el kit de supervivencia del avion, se abrian camino en los momentos de mayor espesor de la vegetación. La noche ya estaba encima y las nubes que cubrian el cielo dieron como regalo a los dos humanos una llovizna pegajosa y constante. El olor a humedad enseguida lo envolvio todo y el silencio gano a la noche. Solo sus pasos sobre la vegetación y algun ave nocturna rompian el silencio nocturno. Encontraron un pequeño refugio artificial bajo un monticulo de grandes rocas y decidieron que aquel seria el lugar para pasar la noche.

Froxman conocia las tecnicas de supervivencia de su juventud, cuando habia sido miembro de un movimiento juvenil dedicado a las tecnicas de supervivencia y campismo en bosques en su planeta natal. Asi que corto unas grandes hojas, las seco lo mejor que pudo y las utilizo de techado junto a unos juncos que la sostenian. Luego busco entre unos arbustos hojas más secas y las distribuyo por el suelo del refugio. Por ultimo preparo una pequeña hoguera que les calentaria antes de coger sueño. Ambos estaban demasiado cansados para pensar en hacer guardia  y en los peligros que los rodeaban y se quedaron dormidos rapidamente.

Pajaro Caido – Parte 2

También había comprobado el emisor del Marauder y comprobado que estaba inservible. El fuego se había ya extinguido y solo un leve humo grisáceo salía del aparato. Y comenzaba a refrescar, según noto la piel del piloto. Busco en el avión y encontró un poncho de camuflaje que coloco sobre su compañero. Geyser comprendió que necesitaban un fuego y comenzó a buscar madera y hojas secas por los alrededores, sin alejarse mucho de su compañero. Y la cosa estaba difícil para encontrar buen material inflamable por aquel lugar, pues la humedad pudría casi toda la madera y era difícil encontrar madera muerta.

Ya había encontrado un poco madera cuando un ruido de pisadas a su izquierda le hizo pararse en seco. Pisadas de algo corriendo a unos 40 metros, calculo. Se habían parado. Prosiguió avanzando alejándose del lugar desde donde provenía el ruido hacia el lugar donde se encontraba su compañero. El ruido ahora provino de su espalda desplazándose hacia la derecha. Plantas en movimiento y otra vez pisadas. Aquello no le gustaba nada.

Lentamente dejo la madera en el suelo intentando hacer el menor ruido posible y se armo con su  pistola laser que llevaba en la cartuchera reglamentaria de la armada imperial. Maldijo haber dejado el rifle junto a su compañero pensando que no sería más que una inútil carga. En ese momento le vendría de maravilla. Quito el seguro al arma y comenzó a andar sigilosamente observando su alrededor y atento a los ruidos que le rodeaban.

Llego a la zona donde se encontraba su avión. Enfrente tenía la cola del aparato y su compañero se encontraba al otro lado del fuselaje gris metalizado. Su reacción fue un total y veloz acto reflejo. Una criatura salió de detrás de un árbol cercano a su derecha abalanzándose hacia él gritando y elevando unas afiladas garras contra él. Sin tiempo de apuntar su pistola, disparo varias veces sobre el atacante. El segundo disparo atravesó el cráneo de la criatura y esta emitió un grito de dolor agudo y se desplomo a dos metros de los pies de Geyser.

Tras recuperarse del momento, Geyser se acerco lentamente a aquella desconocida criatura y la observo sin dejar de apuntarla en ningún instante. Lo mas destacado de aquel ser eran sus dos enormes garras en forma de guadaña que poseía en lo que debían de ser sus brazos. Una enorme cabeza ovalada y una especie de caparazón en colores cristalinos tintados de purpura le daban un extraño aspecto alienígena.

Dio gracias al Emperador, recitando la letania del milagro imperial para agradecer la suerte que había tenido, pero no pudo acabarla porque otros tres seres aparecieron frente a él y observándolo desde debajo de unos enormes vegetales anaranjados. Parecian estudiarlo y a la vez salivaban con las bocas abiertas emitiendo ruidos amenazantes. Le estaban retando pensó.

Geyser observo y estudio la situación lo más rápido que pudo pero no tenia posibilidades de salir con vida de aquello. Lo de antes había sido un tiro afortunado y no estaba en inferioridad numérica. El era un piloto de caza, con una puntería mediocre y un entrenamiento muy básico en maniobras de tierra. Estaba perdido.

Los tres atacantes se abalanzaron al unisono contra él, con una orden clara que sin ser escuchada, fue clara para aquellos bichos. El primer tiro fue totalmente errado y paso a casi un metro de una de las criaturas. Aquellos bichos eran veloces los muy cabrones. El segundo y el tercero abatieron a la criatura del centro y un cuarto dio en la pierna izquierda del otro lo que detuvo por un instante a aquella criatura. Pero la tercera llego hasta él y le asesto un ataque con el par de garras.

Reencuentro – Parte 2 – Relato de Warhammer 40000

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M35. Planeta Hagia.
Hangar 522 de la zona del sector industrial GEW-oreus
Tres y cuarto de la madrugada, hora local.

Una amplia zona de talleres de producción se encontraba al Este de la ciudad-capital. Solamente le superaba en tamaño la gigantesca factoría de Tanques Leman Russ que los seguidores de Marte tenían al sur. Aquella factoría de los adeptus mechanicus era en si sola una enorme mole que funcionaba y se gestionaba como una ciudad aparte. La zona este, en cambio, tenía varias factorías con diversas funciones, aunque todas juntas también componían una gran urbe de toneladas y toneladas de metales, miles de construcciones y donde trabajaban más de tres millones de obreros cualificados. La mayor parte de este entramado industrial pertenecía a la familia Oreus, la familia con mayor influencia de todo el Segmentus Pacificus. Poseía además de aquel entramado, muchos otros en otros planetas del Segmentus y una poderosa flota de transporte que era conocida por estar en ocasiones también al servicio del Imperio, bajo pago de una buena suma de dinero, por supuesto. La flota Oreus contaba según los últimos cálculos del Imperio con más de 300 navíos entre barcazas de transporte medias, gigantescos navíos de carga y naves de guerra como escolta de sus flotas.

Una multitud de obreros, ciudadanos e incluso personal de la guardia imperial de permiso estaban reunidos en el hangar 522. Apartado de toda vigilancia, se estaba celebrando una clandestina cita de boxeo, muy típica en cualquier rincón del imperio. Aunque prohibidas por la ley, era muy habitual que se celebrasen y que los servicios de vigilancia hicieran un poco la vista gorda. Porque realmente era necesario que los cansados obreros y el resto de servidores del imperio tuvieran momentos de diversión. Con ello se pensaba, liberaban el estrés y redirigían su violencia acumulada allí en vez de hacerlo en algún bar o en plena ciudad.

El ring, ahora vacio, estaba totalmente construido de manera provisional y precario. Pero era funcional. Dos jóvenes limpiaban el ring de la sangre y sudor del anterior combate. Un gigantesco obrero apodado “Oso Gris” acababa de destrozar al campeón de la factoría-forja de munición. Un breve reposo para que las apuestas fueran pagadas y comenzara una nueva ronda de apuestas con el siguiente combate: Gregor “Puño de Adamantium” contra Ibram Coeme, presentaba un tablón rudimentario escrito con pintura oscura, encima del cuadrilátero.

Jacobus Midas estaba allí, entre la multitud, envuelto en su capa oscura y pasando totalmente desapercibido gracias a sus poderes de camuflaje psíquicos. Estaba allí, ocupaba su plaza entre el bullicioso y desenfrenado publico pero nadie detectaría su presencia de forma clara. Esperaba al siguiente combate. Sus informadores le habían confirmado que su viejo amigo, el comisario Ibram Gaunt luchaba allí aquella noche con el nombre falso de Coeme. Todo el regimiento conocía de las frecuentes luchas del comisario en peleas clandestinas. Según sabia era la mayor y única afición del comisario-coronel Gaunt. A Midas no le extrañaba, porque sabía que Gaunt era un hombre para luchar y en tiempos de reposo y descanso necesitaba de aquellas luchas clandestinas para poder soltar toda la adrenalina que acumulaba en tiempos de paz. Era su válvula de escape. Pelear.

Un hombre alto y mejor vestido que el resto de los allí presentes, subió al cuadrilátero después de que este estuviera limpio y comenzó a presentar la siguiente batalla utilizando un microelevador de voz. El inquisidor no había venido solo esta vez. Venir a un ambiente tan cargado de adrenalina y lleno de gente peligrosa solo hubiera sido una estupidez, aunque el solo pudiera, pensó para sí mismo, acabar con la mayoría de aquellos humanos. Pero si algo le había enseñado su experiencia, era a no subestimar a nadie ni a nada. Así que Hurtin, uno de sus ayudantes de campo más ferviente estaba a su lado. Era un experto y veterano combatiente, capaz de enfrentarse a los peores horrores xenos. Estaba al servicio del inquisidor desde hacía tres años y en ese tiempo había demostrado ser un admirable combatiente a las órdenes de Midas. Ahora vestía una levita marrón raída por el uso y los años y unos pantalones oscuros también bastantes desgastados. Una mochila colgaba sobre su espalda y por último, una gorra cubría su casi calva cabeza.

“Señor, que hacemos aquí, si puede saberse” pregunto con un leve susurro Akel Hurtin, siguiendo con su mirada perdida en el público asistente.

“He venido a disfrutar de una buena pelea y a buscar información como se suele decir, a los bajos fondos, mi querido Akel. Relájate y disfruta tú también del combate. Ya tendrás tiempo de estar preocupado y vigilante en otro momento” contesto el inquisidor tranquilamente.

Hurtin intento hacerlo, relajarse, pero estaba tan poco habituado a ello, que solo consiguió ponerse más nervioso. Decidió que seguiría expectante y en alerta como lo hacía en todo momento. Ni siquiera se relajaba al dormir, desde hacia un par de años. Las noches estaban llenas de sueños horribles y pesadillas llenas de seres que siempre querían robarle el alma y la vida. Solo conseguía descansar de vez en cuando usando psicofármacos adormilantes y otros tipos de drogas.

El combate estaba a punto de empezar. Dos figuras estaban opuestas en ambos lados del cuadrilátero. A la derecha, una enorme figura, una mole de músculos y un enorme pectoral gritaba intentando intimidar a su contrario. De piel oscura y con un corte de pelo rapado, parecía un descendiente de ogrete por su aspecto bárbaro. En el lado opuesto, una delgada y alta figura, vestida con un mono azul de trabajo de las fuerzas imperiales, observaba fríamente a su contrincante y realizaba leves movimientos de calentamiento de sus piernas. Una leve sonrisa relajada se reflejaba en el rostro de aquel delgado contrincante. La confianza en sus habilidades de batalla le hacía estar relajado.

Jacobus se fijo en la esquina destinada a Ibram y allí vio un rostro que también le era conocido. El sargento Mkoll de los fantasmas de Tanith estaba allí como asistente de combate del comisario. Era otro viejo conocido de Jacobus y como él sabía, uno de los mejores guerreros del ejército de los fantasmas. Supuso que entre el público, seguro, habrían más soldados de unidades tanith envueltos entre la masa de cuerpos sudorosos y apestosos. Pero no le interesaba buscar ahora a más miembros de las unidades tanith, porque el combate acababa de empezar y no quería perderse detalle de las habilidades de ambos cuerpo a cuerpo. Fuerza bruta contra velocidad y técnica.

Reencuentro – Relato de Warhammer 40000

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M35. Planeta Hagia.
Despacho de Lord Kiodrus, jefe supremo del Segmentus Pacificus.
Cerca de las dos de la madrugada, hora local.

Llovía sobre la gran ciudad-colmena de Hagia Capitol, la actual capital de todo el Segmentus Pacificus. La lluvia repiquetea en el gran mirador del inconmensurable despacho de Kiodrus. Él se encuentra sentado en su cómodo y carísimo asiento de cuero de Zooter, disfrutando de un amasec de sesenta años destilado en las mejores destilerías de Terra y observa el vasto conglomerado de edificios y factorías gracias a una cristalera que le permite ver todos los altos edificios de la capital. Solamente la alta torre plateada del Monasterio de Santa Bottina se alzaba más alta que su despecho.

La puerta se abrió sigilosamente y tras unos segundos se volvió a cerrar. La visita que esperaba acababa de hacer su aparición. Le fastidiaba tener esa reunión a esas elevadas horas de la madrugada pero era algo que él no podía elegir.

Lord Kiodrus giro lentamente su sillón para encararse con su recién llegado. Entre las sombras del despacho, levemente iluminado por la luz de dos generadores lumínicos a baja potencia, la figura era imponente y parecía como si alrededor de ella la oscuridad fuera más intensa. Seguramente, pensó Kiodrus, estaría usando alguno de sus poderes psíquicos para ocultar su apariencia. Intento recordar el rostro de aquel visitante, ya que no era la primera vez que lo visitaba, pero en seguida se dio cuenta que no tenía ninguna imagen clara de su rostro en sus recuerdos.

El Inquisidor Jacobus Midas había llegado a Hagia hacia un tiempo, según sus fuentes de información, pero hasta el momento no se habían reunido nunca, a pesar de las muchas invitaciones que Kiodrus le había ofrecido. Ahora había sido Midas quien había solicitado una reunión lo más reservada posible a esas altas horas de la madrugada. Lord Kiodrus había pensado en denegar la reunión, en venganza por sus numerosos rechazos, pero no quería irritar a unos de los Inquisidores más poderosos e implacables del Ordo Xenos. No era una persona para tenerla de enemigo. Así que acepto.

El inquisidor se acerco un poco más y tras unos segundos de silencio, observando a Kiodrus sin mostrar ningún rasgo de su rostro, gracias a la oscuridad de la habitación, giro hacia el ventanal dándole la espalda.

“Gracias por haber aceptado mi petición para esta reunión. Se que son horas en las que usted suele dormir pero quiero que este asunto se conserve con la mayor prudencia posible. He venido a su planeta porque he recibido unos informes de una fuente anónima, pero que creemos bastante fiable por la detallada información que nos ha aportado y por el uso del código Azul Celeste que ha usado. En dicho informe no aparece muy bien su actuación como  gobernador de este planeta y el resto del sector.” Termino suavemente como soltando las palabras con cierta musicalidad.

“Hago todo lo que puedo por ser una luz en toda esta oscuridad, Señor”. Dijo Kiodrus.

“Según el informe recibido, se han detectado piratas eldars en todos los núcleos de su sector, incluido aquí, en la capital. Incluso otras fuentes que hemos investigado, nos han revelado que usted mismo y algunos de los miembros de su consejo de gobierno también han realizado negocios con ellos.” siguió armónicamente diciendo el inquisidor sin cambiar en ningún momento el tono o la velocidad de las palabras. Todo en él, era tranquilidad.

“Así que espero, primero su colaboración para finalizar rápidamente con estas prohibidas relaciones con los herejes eldar y segundo, toda la información que necesito para acabar con ella. Supongo que querrá colaborar, ¿No es así Lord Kiodrus?”.

Una pequeña y maliciosa sonrisa apareció en el rostro del inquisidor, pero era tan leve que era imposible que Kiodrus la hubiera percibido.

El comisario se giro y se encamino hacia la puerta con un paso lento y muy medido. Se acerco a la puerta, pulso el interruptor de abertura y antes de salir por la recién abierta esclusa comento:

“Para mañana espero un detallado informe hecho por usted con toda la información que usted pueda proporcionarme. Espero que no intente ocultarme nada y mucho menos engañarme. Por su bien, lo espero. Gracias por la velada Lord Kiodrus. Ha sido muy gratificante hablar con usted. Mañana a la misma hora recibirá la visita de uno de mis ayudantes para recoger el informe. Ahora me marcho, quiero ver a un viejo amigo que hace mucho tiempo que no veo. ” termino diciendo. Y acto seguido salió por la puerta abierta y poco a poco desapareció el sonido de sus pasos.

El gran jefe supremo del Segmentus Pacificus acababa de ser amenazado por la Orden Inquisitorial y eso, lo sabia Kiodrus, era muy peligroso, fuera cual fuera su alto cargo. Los Inquisidores estaban fuera de toda ley y actuaban sin impedimento alguno. Su vida, corría grave peligro si no revelaba todo lo que sabía. Cogió papel y su pluma de Nacar de Prioritanio y comenzó a escribir. A pesar de las altas horas de la madrugada que eran, no tenía nada de sueño. Y menos sabiendo que el gran Inquisidor Jacobus Midas estaba tras él.

Continuara…

Pajaro Caido – Parte 1

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Uno leve sonido llego a su oído. No lo reconoció pero poco a poco fue retomando la consciencia. Intento abrir los ojos pero el dolor frente a la gran luminosidad se lo impidió. Poco a poco sus retinas se fueron adaptando a la luz y sus ojos tomaron lentamente y suavemente visión. Al mismo tiempo su cuerpo dolorido empezó a enviarle señales sensibles de dolor por diferentes partes de su cuerpo.

Lo primero que pudo comprobar fue que seguía dentro de la cabina de su marauder. Su cabeza, le mandaba señales de dolor y no centraba muy bien que sucedía. Se fijo más atentamente a su alrededor y mientras observaba el entorno de la cabina, su sentido del olfato le revelo el inconfundible olor a humo y combustible. Levanto la cabeza hacia el panel de datos y comprobó que no tenía fuente de alimentación alguna. Todo el sistema eléctrico del aparato estaba fundido. Comenzó a recordar mientras intentaba moverse de su incomoda postura actual para intentar sacarse el casco.

Estaba de misión de reconocimiento al sur del planeta Xyphon, buscando cualquier tipo de actividad o vida con los poderosos sensores que tenia asignado su Marauder del tipo Intruder cuando algo apareció en sus sensores a gran velocidad e impacto contra su ala izquierda. Luego todo fue ruido, un descenso brusco y una fuerte sacudida. Lo recordó ahora claramente. Había sido derribado.

Tomando ahora imagen de la situación, tras quitarse el incomodo casco de pilotaje y la mascara de respiración, intento abrir el cierre de la cabina. Fue imposible tras varios intentos y finalmente tuvo que destruir el cierre golpeándolo con su casco. Empujo hacia arriba la cúpula de la cabina y al hacerlo un fuerte dolor en la espalda se presento bruscamente. Tras unos instantes para controlar el dolor, se incorporo y observo el entorno que lo rodeaba. El verde y el naranja eran los colores predominantes que resaltaba a su vista. Una densa selva llena de arboles inmensos y arbustos de colores anaranjados y rojizos que poblaban todo su alrededor. Nada mas abrir su cabina, la densa humedad y el sofocante calor cayeron sobre él.

Geyser se giro para comprobar el estado de su compañero. Su copiloto, Froxman estaba inconsciente o muerto. Se desplazo hacia la parte trasera de la cabina para comprobar el pulso de su compañero. Tenía un leve pulso sobre el cuello y tras una primera exploración superficial, comprobó que solamente tenía un fuerte golpe en la parte derecha de su cabeza, que sangraba por una pequeña herida abierta. Soltó el arnés de Froxman y asiéndole del torso comenzó a sacarlo de la cabina para luego descender de ella con el mayor cuidado posible.

Ahora pudo observar mejor la estructura de su aeronave. Se encontraba partida en dos y una de las alas había desaparecido por completo. Había un pequeño fuego en las zonas de los motores pero la espesa vegetación de la zona le había servido de colchón y había dulcificado el aterrizaje. Eso y su larga experiencia como piloto de combate les habían salvado la vida. Alejo a su copiloto a rastras del avión hacia un pequeño tronco alejado lo suficiente, pensó él, de una posible explosión del aparato. Lo dejo allí suavemente dejándole la cabeza en posición elevada y volvió hacia el caza para coger el kit de primeros auxilios, la baliza de posición y el rifle laser que se encontraba en el Marauder para situaciones como aquella. Comprobó el cargador del arma y se dirigió junto al herido.

Su entrenamiento como sanitario era bastante básico, pero lo suficiente para limpiar la herida de la cabeza y realizar un vendaje alrededor de la cabeza. Tras terminar la labor de vendar a su compañero Geyser activo, como instaba el manual de supervivencia en el capitulo 14, la baliza para indicar su situación actual para una posible misión de rescate. Recordaba haber dado su situación por radio un par de minutos antes de ser impactados. Así que esperaba que el Cuartel General enviaría a alguno de sus compañeros hacia aquella zona y que los sacarían de allí.

También recordó que justo antes de caer, al suroeste de su posición, había creído ver una estructura de piedra entre el bosque. Fue al intentar acercarse para observar mejor aquella vaga visión cuando fue derribado. No sabía si había sido un espejismo o si en realidad aquella estructura existiría de verdad.

El atardecer comenzaba a caer y ya habían pasado un par de horas desde que despertó tras la colisión. Había cambiado el vendaje a su compañero y tomado las constantes vitales como recomendaba el reglamento. Todo parecía seguir igual en el estado clínico de su compañero aunque seguía sin despertarse. A veces el copiloto hacia leves movimientos de dedos o pequeños tics en la cabeza pero poco más.

Ghazkhull Mag Uruk Trhaka – Introducción

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El atardecer comenzaba a caer y el inmenso sol se ocultaba poco a poco detrás de la cadena montañosa de Pirites. Urk y sus desiertos de ceniza se ensombrecían por minutos y todos los seres comenzaban a realizar sus rituales antes de tomar su descanso nocturno. Bueno, no todos.

En un lugar remoto del Mar Oscuro de Friedel, el desierto más al sur del planeta, miles y miles de pieles verdes se habían reunido en una enloquecida ceremonia ritual llena de gritos, peleas, luchas y asesinatos. Cientos de clanes orkos se habían reunido para deliberar cual sería el caudillo más poderoso del planeta y el elegido por Gorko y Morko para conducirlos a la conquista del universo. Y sobre todo para conducirlos hasta por lo menos la siguiente batalla.

“Zeñor, todoz eztamoz preparadoz” emitió la estridente voz de Pequeñajo, el gretching ayudante de Ghazghkull, caudillo de un pequeño clan orko conocido como “El Klan de loz Gigantez”. En efecto, todos sus miembros eran los escogidos entre los más fuertes y feroces y su tamaño solía ser enorme comparado con el resto de orkos. Eran temidos hasta entre los orkos del resto de clanes, que normalmente no temían a nada.

“Bien Pequeñajo. Dilez a Ghatak Garra Oxidada que ze prepare pa matag muchoz orkoz en nombre de Gorko” respondió el gran caudillo mientras afilaba lentamente su poderosa hacha con el casco de un marine espacial que consiguió al saquear el mundo de Urk después de la enorme victoria que consiguieron los orkos frente al capítulo de Lobos Espaciales.

El material de ceramita, pensó, era perfecto para afilar su hacha. Tras terminar su riguroso trabajo de afilado, observo el vacio casco de aquel oficial que lo había herido gravemente en la cabeza. Se llevo la mano a la parte trasera de su cráneo donde ahora la mitad de su cráneo estaba recubierto por una coraza metálica. Había estado a punto de morir, pero finalmente, gracias a la fisiología de los orkos y a las artes mágicas del Matazanos “Loco” Grotsnik, había sobrevivido.

No solo eso, sino que gracias a su vivencia cerca de la muerte, pensó el enorme caudillo, todo había cambiado tras conocer el futuro y tener visiones transmitidas por Gorko para conquistar la galaxia. Ese era su futuro. Estaba predestinado por su gran y poderoso dios de la guerra. Gorko le hablaba y le guiaba en todas sus acciones, desde hacia un tiempo. Y ahora le había dicho que debía convertirse en el Kaudillo de todos aquellos miles de pieles verdes. Así seria, era su destino. Aquí comenzaría su Waaagh.

Cogió su casco con dos poderosos cuernos de mamuth tiohiano, su estandarte de jefe de klan y su amuleto de guerra, un collar de dientes arrancados a sus enemigos, y salió de su tienda donde le esperaban sus seguidores. Todos gruñeron al aparecer en una señal de reconocimiento. Todos eran fieles seguidores de Ghazhkull, cosa difícil de decir entre la raza orka. Pero aquellos seguirían a un enviado de Gorko para conseguir los saqueos y las batallas que les habían descrito en las visiones de Ghazhkull.

Esta es la historia del mayor y más poderoso caudillo orko de la historia. Conocerás toda su vida y todas las grandes batallas en las que participo y vivirás desde otro punto de vista, la orka, un universo donde ellos son el mayor peligro de la Humanidad. Disfruta de ello, en las aventuras del Gran Caudillo Ghazhkull Mag Uruk Thraka.